16/7/14

América Latina, Putin y Tel Aviv

José Steinsleger

De los 32 equipos que disputaron la Copa Mundial de Futbol, siete de América Latina pasaron a octavos de final, cuatro a cuartos, dos a semifinales, y uno a la final. Colombia, Chile, Ecuador, México y Uruguay tuvieron un desempeño bueno y muy bueno, Costa Rica fue la revelación, Brasil inesperada decepción, y Argentina (que venía jugando regular) se creció frente a los alemanes en el partidazo de la gran final.

Simultáneamente, el presidente ruso, Vladimir Putin (cuyo país consiguió dos empates y una derrota sin llegar a octavos), pasaba a la ofensiva en América Latina, con el fin de incluir a nuestros países en las ligas mayores de un mundo que Estados Unidos y Europa han dejado sin orden y sin ley. A modo de ejemplo, basta con apuntar que el enclave nazisionista llamado Israel fue elegido hace 20 días para presidir un comité de la ONU de… descolonización (sic).

Quizá no quede más que la denuncia y exigir un poco de sensibilidad al Consejo de Seguridad de la ONU, instancia que, paradójicamente, siempre bloqueó las resoluciones de la Asamblea General. Pero, a estas alturas… ¿tiene sentido? Desde la creación ilegal del Estado sionista (1948), ninguna fuerza real ha logrado contener a la piara de asesinos que lo dirigen, y que para vergüenza propia y ajena se dicen judíos.

Con el respaldo de Europa occidental, todas las masacres rituales y crímenes que Israel ha perpetrado en Palestina han tenido el consentimiento implícito y explícito de Washington. Acaso por esto, Richard Kapucinski escribió:

Ningún genocidio del siglo XX se perpetró en países democráticos. Hasta ahora, la democracia parece ser la única barrera eficaz contra las tentaciones genocidas. Son muy pocos los casos en que un Estado cuyos dirigentes han organizado un genocidio reconozcan su culpa. Los alemanes son la excepción que confirma la regla. En la mayoría de los demás casos, el poder niega cualquier sospecha de genocidio, o guarda un silencio obstinado ( Le Monde Diplomatique, febrero 2001).

Durante la Copa Mundial de 1994, el régimen genocida de Ruanda (respaldado por Bélgica y Francia), asesinó a golpe de machete a 800 mil personas en tres meses, a razón de 8 mil 900 por día. Entonces, el Consejo de Seguridad se enfrascó en el surrealista debate en torno a si era pertinente usar el término genocidio. Porque si lo era, la ONU debía intervenir. Ni se diga el empleo de palabras resbaladizas como holocausto, incluida en el diccionario de una Real Academia que no termina de aclarar si el sionismo compró o no el copyright.

Cuando la fiscal suiza Carla del Ponte (jefa de la Corte Internacional Criminal para Ruanda) manifestó que la historia del genocidio debía ser rescrita, fue abruptamente relevada del cargo. Así, en el caso de Palestina, el Consejo de Seguridad controlado por Washington jamás consentirá expresiones que atenten contra el Estado soberano (sic) de Israel que, mañosamente, pretende ser reconocido como judío y campeón del sufrimiento humano.

Y ahora, aprovechando nuevamente la distracción mundial en la gran fiesta del futbol en Brasil, más crímenes de lesa humanidad en Gaza, bloqueada por aire, mar y tierra desde hace siete años, y donde están naciendo niños con deformidades en virtud de las 75 toneladas de uranio empobrecido y el uso de fósforo blanco que el propio régimen de Tel Aviv reconoció haber arrojado a finales de 2008 e inicios de 2009.

Para sólo tener una idea de lo que representa la agresión, recordemos que Gaza es uno de los territorios más minúsculos, poblados y pobres del mundo: 151 kilómetros cuadrados (la mitad de la delegación Tlalpan), con medio millón de habitantes (poco inferior a la mitad del municipio de Netzahualcóyotl), y una densidad de 3 mil 311 personas por kilómetro cuadrado (levemente superior a la de Magdalena Contreras).

En noviembre de 2012, los bombardeos de artillería y aéreos contra Gaza causaron la muerte de 180 personas (la mitad mujeres y niños) y casi 2 mil heridos. Pero a inicios de 2014, pocos días antes de la muerte de Ariel Sharon (uno de los mayores criminales de Israel), la agencia de noticias palestina Ma’ran informó acerca del insólito reclamo de un grupo de niños del poblado de Kafr Sur (Cisjordania).

En carta al secretario general de la ONU Ban Ki-moon, los niños le pidieron que intervenga y les ayude a recuperar su balón. No confirmados ni desmentidos por la FIFA (que posiblemente ni cuenta se dio del drama), los hechos ocurrieron cuando el joven Amir pateó un tremendo shoot, y la pelota voló por encima del muro de seguridad que enjaula a los ­palestinos.

Pocos días después, con motivo de la visita de una delegación de alto nivel del movimiento Al Fatah (el más numeroso y antiguo de Palestina), para adelantar la reconciliación con Hamas (la organización islamista que gobierna Gaza), Israel volvió, así como hoy, a bombardear la franja. Los soldados del ejército invasor no devolvieron el balón y, hasta la fecha, se ignora el resultado de la gestión.


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